Tenía la mirada muerta. Sus ojos estaban cubiertos de un velo helado que lo separaba del resto de la gente.
Caminaba a paso rápido sobre el pavimento húmedo, con las manos en los bolsillos del abrigo y el cuello levantado. Recorriendo las calles envueltas en niebla, parecía un fantasma, excepto en los momentos en que encontraba lo que buscaba: Fragilidad.
Entonces sus dedos se crispaban en el frío mental que empuñaba su mano y su mirada se tornaba aún más glacial, aún más implacable, aún más letal.
Su mirada cobraba vida por unos segundos… mientras la arrebataba.